Ezpata-dantza
Este término es, por supuesto,
genérico,
y en principio se puede aplicar a cualquier baile
que se hace con espadas: por ello, con este nombre
se conocen, sin salir del ámbito vasco,
distintas danzas, como por ejemplo algunas de
Xemein, Zumárraga, Deba, Legazpia o Lesaka
(aunque en este último caso y al menos
a día de hoy se utilicen en ella
palos y no espadas).
Además, hay una ezpata-dantza guipuzcoana
estandarizada, y últimamente incluso ha
surgido alguna nueva, como la de Pamplona.
Pero el término, especialmente en la primera
mitad del siglo XX, se extendió por todo
el País Vasco para designar a la
Dantzari Dantza del Duranguesado.
La
razón de este curioso hecho estriba en
el interés que en esta versión tuvo el PNV
en particular y el propio Sabino Arana en particular:
es conocido, por ejemplo, el entusiasmo de Arana
desde la primera vez que la vio ejecutar,
en 1886, en Durango. Como casi toda la
simbología nacionalista, tuvo a su favor su
origen vizcaíno, y en este caso concreto él mismo
destacó su carácter viril y majestuoso del que
carecían otros bailes, como por ejemplo
la zinta-dantza (Arana Goiri 1987).
En su marcha inicial pensó durante su estancia
en la cárcel para escribir unos versos que luego
constituirían el euzko-abendearen ereserkia
o himno nacional vasco, actual himno de la
Comunidad Autónoma Vasca
(Jemein y Lanbarri 1977:288).
De la mano del nacionalismo vasco, en efecto,
(Arana Goiri ibid.), una danza que a finales
del siglo XIX se interpretaba apenas en
cuatro localidades del Duranguesado se expandió
por todo el País Vasco, tomando parte en la
mayor parte de los actos del Partido:
en 1910 empezaron las clases de danza vasca
en el Batzoki de Bilbao
(Camino y de Guezala 1991:65); en 1932
se creó Bizkaiko Ezpatadantzari Batza,
o Asociación de Ezpatadantzaris de Vizcaya,
y pronto surgieron organizaciones similares en otros territorios. En
1933, el día de San Ignacio,
doscientos setenta y cinco grupos de Vizcaya
se reunieron para bailar en el estadio
de San Mamés.
Por esas fechas, la homónima guipuzcoana
de dicha asociación tenía mil doscientos asociados, seiscientos
la de Álava y quinientos
la de Navarra (Tápiz 2001:105).
En este contexto, y como se deduce del
mismo nombre de estas asociaciones,
parece que el nombre de Dantzari-dantza
ni siquiera era conocido fuera
de la Merindad de Durango.
Como a menudo ocurre en este ámbito,
por tanto, un término -en este caso,
ezpata-dantza- no tiene un significado claro
ni tampoco, en muchos sentidos, lógico.
Por lo que respecta a la música, por ejemplo,
no hubiera sido muy raro que una melodía,
o mejor dicho dos, hubieran tomado ese nombre.
Esta melodías, en efecto, aparecen de una u
otra forma en todas las ezpata-dantzak,
y como suele ocurrir en estos casos,
con variantes muy interesantes.
En
música, sin embargo, el significado
más habitual del término ezpata-dantza es otro:
el de un género definido por un ritmo.
Más concretamente, el ritmo peculiar
que presentan determinadas partes
de la mencionada Dantzari-dantza.
El primero que puso en pentagramas la música
de este baile fue Wilhelm von Humboldt,
fruto del viaje que en 1801 realizó
por el País Vasco. Bajo el título de
Baile de los niños de esta merindad de Durango
escribió cuatro melodías en compás
de 6/8 y de 2/4,.
A
principios del siglo XX, también Azkue escribió
la mayoría de las partes de la danza de
los ezpatadantzaris de Berriz,
citando expresamente al tamborilero Hipólito Amezua.
Y sin duda, tenemos en él uno de los ritmos
que, junto al del zortziko,
se han considerados
más característicos de la música vasca.
Fuente: Enciclopedia
vasca Auñamendi
Autor: Carlos Sánchez Ekiza
Eusko Ikaskuntza
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